Bienvenidos a la segunda entrega de nuestra tortura
particular, llena de diálogos, párrafos y personajes sobrantes e insulsos
(protagonistas incluidos) con la que procuraremos deleitaros en la medida de lo
posible.
Sin embargo, antes de empezar con el segundo capítulo – en
el que NO hay sexo – nos vemos en la obligación de hablaros de la existencia de otro libro que presume de ser otra versión sexual
de Crepúsculo, de la cual nos enteramos hace un par de días.
La joya en cuestión se llama Beautiful Bastard (traducido en España
como: un tipo odioso) y, sorprendentemente, no constituye el principio de una trilogía en sí, sino
que al libro 1 le sigue el libro 1.5 y sucesivos. Como habréis deducido, este
sistema de numeración es una clara
referencia a un trauma infantil ¿Quién no recuerda la típica frase de padres: “voy a contar hasta 3 ¿eh? Uno, uno y medio, uno y
tres cuartos…”?
Teniendo en cuenta que nosotros con el primero de Grey hemos
tenido bastante literatura erótica para todo un siglo; desde aquí, sólo nos
corresponde daros nuestro más sentido pésame en caso de que os hayan regalado esta
nueva novela por vuestro cumpleaños.
Dicho esto, sólo nos queda hablar largo y tendido de la
continuación de la trepidante y nada
predecible historia de amor- (con banda sonora de S&M de Rihanna) entre
Grey – alias: Reed Richards; es decir, el Señor Elástico de Los Cuatro
Fantásticos, por aquello de los dedos, ya sabéis – y Anastasia Swan Steele. En resumidas cuentas podríamos decir
que este capítulo confirma aquello de que
segundas partes nunca fueron buenas,
sobre todo si tenemos en cuenta que una de las primeras revelaciones de la
nueva entrega es que el aire tonifica.
Para poneros en antecedentes, en el capítulo anterior,
Anastasia se tuvo que hacer una coleta. Posteriormente, y en un completo
segundo plano en lo que a la trama se refiere, nos encontramos con su
entrevista a un súper-mega-ultra-famoso-empresario Christian Grey al que,
casualmente, ni ella conocía. Para nuestra sorpresa, éste resultó ser un tipo
aséptico, rodeado de cosas grandes, largos dedos y sin corazón; justo el
prototipo de chico que toda mujer espera cambiar. Ni que decir tiene que,
gracias a él, Anastasia tiene su despertar hormonal a los veintiún años.
Advertencia: Primera página del segundo capítulo y sigue sin
haber sexo.
La parte positiva de este segundo capítulo es que no nos hace falta leer mucho para volver a
darnos cuenta de que la mitad de él sobra desde el principio. Todo comienza sufriendo el viaje en coche de Anastasia hasta su casa. No obstante, no os confundáis, porque
asistimos a unos párrafos llenos de interesantes reflexiones, destacando que Grey
tiene todo el derecho del mundo a ser arrogante porque ha conseguido grandes
cosas siendo joven. Ojo, basándose únicamente en esta enseñanza, Esopo haría unas
tres fábulas con una acertada moraleja final: la modestia, la humildad y la educación son para
los fracasados que no han llegado a montar un imperio de la nada antes de los
treinta años (consejo patrocinado por E. L. James).
Asimismo, nuestra protagonista, en un derroche de
personalidad, nos revela que conduce despacio porque Dedos Largos le ha advertido que debe conducir con
cuidado. Esto no sería muy preocupante si no tuviéramos en cuenta que Ana ha
olvidado tomarse la medicación, lo que provoca que escuche la voz de Grey
advirtiéndole sobre los peligros de la carretera durante unos kilómetros. De todo ello se desprende,
claramente, un consejo para la DGT: lo que verdaderamente disminuye el número
de accidentes es llevar una foto de Grey en el salpicadero.
Sin embargo, no podemos dejarnos engañar por el inicio de
este trocito de unas veinte páginas, ya que este nuevo capítulo nos desvela
puntos verdaderamente importantes en la trama, sin los que nada tendría
sentido.
En primer lugar, a lo largo de la lectura nos encontramos
con la difícil doble vida de la señorita Steele. Por las mañanas, es una
universitaria aplicada, pero por las tardes… trabaja en una ferretería,
donde pone a prueba su sentido arácnido reponiendo estanterías, organizando el
catálogo o realizando el inventario (todo ello nombrado por la propia autora,
asegurándose, en un gesto cargado de amabilidad, de que no perdemos ripio de la
rutina de un verdadero currante).
Además descubrimos que todo son desgracias para esta chica: el hijo de
los dueños, un tal Paul, como cabía esperar, está enamorado de ella; aunque
haya sido rechazado por la susodicha unas sesenta y tres veces, no se vean
más de tres ocasiones al año y ni siquiera tengan tema de conversación. Pero,
eh, tienen algo muy importante en común: él también dice UAU.
Se nos seca la boca.
Pero ¿acaso creéis que es su único pretendiente? ¿O es que no recordáis que si algo animaba un poco La saga Crepúsculo, era el supuesto triángulo amoroso
entre Bella, Edward y… ¡Jacob!? En
esta obra no podía faltar, aunque es un tanto escurridizo y se camufla muy sutilmente bajo el nombre de José. Sólo si uno está verdaderamente atento es capaz de
descubrirlo. Sí, ya, es física y psicológicamente clavado al hombre lobo de la saga
vampírica, pero por lo demás, no tiene nada que ver con él. José es fotógrafo y
Jacob no.
Asimismo, conocemos al padre de Bella Ana, que no es
su padre (sino el marido número x de su madre), pero la trata como una hija,
recordándonos a uno de los personajes más famosos de La Biblia que también se
hizo cargo de un vástago que no era suyo. ¡Premio! Nos referimos a José. No José-Jacob, el padre de
Anastasia no hace fotos, sino que es un gran carpintero y mitad pastor
alemán; ya que, según la propia protagonista, las conversaciones telefónicas
con el padre se basan en un intercambio de gruñidos. Todo ello queda patente
después, cuando ella misma se dedica exclusivamente a jadear cada dos por tres
cuando ve a su amado Christian.
Por otro lado, y aún no sabemos si se encuentra en relación
con su lado perruno, hallamos que Anastasia tiene muy en cuenta “un oscuro
lugar al fondo de su cerebro” que, posteriormente, se sitúa por debajo del
bulbo raquídeo, cerca de donde habita su subconsciente, quien, por supuesto, es
una mujer a la que, de momento, hemos catalogado como la diosa que lleva dentro, pero versión de
los chinos.
La acción se desarrolla verdaderamente cuando llegamos al
inesperado reencuentro de Grey y Anastasia en la famosa ferretería en la que,
casualmente, el mega-empresario que cuenta con cientos de becarios y demás
personal, se ha personado para comprar un montón de cuerdas, bridas para cables
y otros instrumentos que, apostamos fuertemente, servirán para hacer gozar a
nuestra insulsa protagonista en próximas entregas (aunque es difícil imaginarlo
en una historia tan impredecible como ésta).
La escena se desarrolla más o menos
como la entrevista, Ana anula su poca personalidad frente a él quien, por
supuesto, lleva totalmente el peso de la conversación que desemboca ¡cómo no! en el gusto de nuestra protagonista por los clásicos y su pasión por los
galanes de Jane Austen, quienes armarían su 15-M particular si descubrieran en
algún momento que se les ha comparado con un psicópata primario como el señor
Dedos Largos.
Obviamente, no podía faltar, además, la escena con banda sonora de El hombre y la Tierra (http://www.youtube.com/watch?v=MlXg0Zxx01I) en la que Paul y Grey se disputan silenciosamente el cervatillo Steele. Nosotros esperábamos que, en un libro erótico de esta índole, el ganador se decidiría sacando los penes y un metro para comprobar quién contaba con la pértiga más larga. Sin embargo, todo se reduce a un duelo de miradas que, por supuesto, gana Christian Cullen.
Obviamente, no podía faltar, además, la escena con banda sonora de El hombre y la Tierra (http://www.youtube.com/watch?v=MlXg0Zxx01I) en la que Paul y Grey se disputan silenciosamente el cervatillo Steele. Nosotros esperábamos que, en un libro erótico de esta índole, el ganador se decidiría sacando los penes y un metro para comprobar quién contaba con la pértiga más larga. Sin embargo, todo se reduce a un duelo de miradas que, por supuesto, gana Christian Cullen.
Finalmente, no podemos despedirnos sin recalcar ciertos detalles
trepidantes, asépticos y tonificantes que nos hacen aullar uau a la luz de la luna, como que Christian tiene
unas cejas bastante bonitas y una voz que sólo puede describirse con la cita
utilizada en la propia novela y que nadie puede atreverse a comentar sin sufrir un ictus:
“Su voz es cálida y ronca como un bombón de chocolate y caramelo… o algo así”
Uau.
Cela acaba de salir de su tumba blandiendo un hacha.
ME MOFO ENTERICO xDDD Por Dios, no lo dejéis. Por Dios xD
ResponderEliminarME MEO, LLORO, Y DE TODO, JUAS xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD
ResponderEliminar+1 xDDDDDD Estoy deseando que publiquéis otro *_*
ResponderEliminarDios!!!! jajajaj casi acabo en el suelo de tanto reirme!!
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