sábado, 3 de agosto de 2013

Capítulo 1: LA ELEGANCIA DE LO ASÉPTICO


Si creíamos que leer 50 Sombras iba a ser un calvario, haber leído el primer capítulo no ha hecho más que confirmar nuestras sospechas. La verdad es que esperábamos que, en cierto modo, el libro nos sorprendiera, que no fuera tan malo como revela la crítica; pero, una vez más, hemos descubierto que tener fe está sobrevalorado.


Para que os hagáis una idea, en cuanto abrimos esta obra, que destila por todos los poros ser el manifiesto de una crisis de mediana edad (E. L. será mala escritora, pero no mentirosa), nos encontramos con una protagonista insulsa llamada Anastasia Steele que calca, en el 99% de aspectos de su vida, a otra protagonista insulsa de renombre en la que, se supone, solamente está basada: Bella Swan. (Última hora: aún no se ha confirmado si, en la película, Ana aparecerá abrazando a un cactus en la primera escena).
Como recordaréis – y, si no, os ponemos en antecedentes [OJO, SPOILJAJAJAJAJ] – Bella era la protagonista de Crepúsculo: una adolescente, hija de padres divorciados, que se sacrifica por la felicidad de su madre dejando atrás una vida de la que, sorprendentemente, no conserva ni un solo amigo. Torpe, desaliñada y con una conversación bastante pobre, la muchacha consigue ganarse por arte de magia a toda la ciudad de Forks (un lugar soso y aburrido que refleja totalmente la personalidad de la protagonista) incluido el corazón del vampiro más guapo de todos los tiempos (del montón y dando gracias, en su adaptación cinematográfica), Edward Cullen. Sobra decir lo peligroso de su amor y que, por supuesto, todo acaba en un “vivieron felices y le chuparon la sangre a las perdices” que ha recaudado millones por todo el mundo gracias, sobre todo, a cuatro películas en las que reina la expresividad facial.

Sin embargo, la novela de E. L. James parece mucho más profunda desde la primera frase. ¡Advertencia! Al. Principio. Resulta. Difícil. Adaptarse. A. Las. Oraciones. Escritas. En. Primera. Persona. Y. Llenas. De. Puntos. Y es que, aunque Wikipedia no lo incluya en su biografía, parece ser que E. L. desconoce la magia de las conjunciones. Aún así, poco a poco nos enteramos de la vida de la susodicha Anastasia, una pobre universitaria sumida en un halo de drama, presa de una crisis existencial: tiene el pelo hecho una mierda y tiene que hacerse una coleta mientras pone los ojos en blanco
En un afán de curiosidad científica, nos vemos obligados a poner en práctica su técnica para demostrar que las cosas que le pasan a esta chica pueden sucedernos a cualquiera de nosotros. Como resultado, nos hacemos un nuevo piercing en el párpado, en forma de púa de peine; el lado positivo es que conseguimos salvar el sentido de la vista.

Primera página y no ha habido sexo. Descorazonador, traumático, no cuadra con nuestras expectativas. Nos planteamos abandonar la lectura definitivamente.

Para no hacer esta tortura más larga de lo necesario, sólo mencionaremos los detalles más importantes de lo que se denomina “trama”: Ana se ve obligada a entrevistar a un multimillonario del que ni siquiera se informa, en sustitución de su amiga Kate, quien ha pillado el señor de los resfriados en un solo día, sin incubación previa, siguiendo una estrategia deliberada para que nuestra protagonista no estudie. Si tu pensamiento es que a partir de ahí la cosa no puede más que mejorar, te equivocas. Sé bienvenido a una sucesión de diálogos impactantes, como “¿Ibuprofeno o Paracetamol?” y publicidad subliminal de Mercedes, hasta llegar al edificio del señor Grey, habitado por el personal rubio y despampanante con el que cuenta cualquier empresa real y tropecientas estancias que Anastasia – quien se supone a punto de graduarse en Literatura  – en una cruzada contra los sinónimos, muy semejante a la de su creadora, define repetidas veces con la palabra aséptico.
A partir de ahí, todo es un continuo de nuestra protagonista dando tumbos por el gran edificio (por si alguno no se ha enterado, el libro está formado por un sinfín de insinuaciones, tan sutiles como los signos de juventud en la Duquesa de Alba, acerca de que Grey todo lo tiene grande), “uaus” (su segunda palabra aséptica y favorita) y “no-encajo-aquí-pero-estoy-orgullosa-de-ser-una-chica-normal-con-graves-problemas-de-autoestima” sazonados con “yo es que soy súper lectora y asocial”. 
Lo único interesante es la aparición estrella y fugaz del típico amigo negro del jefe, el claro reflejo de que Grey cumple una política de contratación sin discriminación, al que nos gusta imaginar hablando al más puro Goyo Jiménez en “eh, Peggy Sue ¿quieres ir al baile conmigo?” (http://www.youtube.com/watch?v=p61O9EKL2Vw minuto 6:30).

Finalmente, llegamos al momento álgido: la entrevista llena de tensión sexual entre Grey y Anastasia, en la que descubrimos los tres pilares fundamentales de esta obra. Primero, Grey tiene dedos y muy, muy largos (sobre todo el índice, según repite tres veces la autora), cuenta la leyenda que es capaz tocar el extremo más alto de la Torre Eiffel desde su misma base. Segundo, Anastasia parpadea constantemente al ritmo de los latidos de su corazón, por lo que ve la vida en fotogramas muy seguidos. Tercero, nuestra protagonista presenta un sentido arácnido que deja a Spiderman en calzoncillos, ya que es capaz de contar los 36 cuadros de una sala en un único vistazo entre parpadeo y parpadeo.

Por lo demás, la escena es muy aséptica, llena de dobles sentidos que harán soltar alguna que otra risilla de quinceañera a cualquiera que también se encuentre en su crisis de mediana edad; con una Ana que derrocha Eau de falta de personalidad por todos los poros y un señor Grey que afirma por activa y por pasiva que no es gay y que le encantan el poder y la dominación.

Sin embargo, merecen especial mención dos citas muy casuales que emocionarían al mismísimo Spielberg y con las que terminamos de comentar nuestra primera inmersión:

(En referencia a unos cuadros) Son muy bonitos. Elevan lo cotidiano a la categoría de extraordinario.
Es posible. Aunque algunos dirían que no tengo corazón
- ¿Por qué dirían algo así? 
- Porque me conocen bien. – Me contesta con una sonrisa irónica


Uau. Se nos seca la boca. Parpadeamos al ritmo del sonido que hacen nuestros dedos al teclear. E. L. casi consigue que nos traguemos que Grey es un personaje misterioso y no el psicópata en potencia que tiene toda la pinta de ser, únicamente por lo que revela a lo largo de este capítulo.


Lo mejor: sólo es necesario leer las tres primeras páginas para hacerse una impresión general del libro.
Lo peor: si has comprado el primer volumen – o, para tu desgracia, la trilogía entera -.

1 comentario:

  1. ... Boooh, es que me mueeero xD Mi primo me mira mal y creo que he despertado a toda la casa, así que sólo os digo eso xD Ya os acosaré para qué sigáis, porque aunque el proceso es el MAL, las risas que me he pegado yo ahora mismo, bien lo merecen xD -claro que yo no lo leo e.e

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